11 sept 2017

Mentes maravillosas

Volvemos con los comentarios sobre una de mis lecturas de este verano, me refiero al libro Mentes maravillosas. Lo que piensan y sienten los animales de Carl Safina. Safina es etólogo y conocido escritor de divulgación sobre temas relacionados con la naturaleza, nuestra implicación con su conservación y nuestra relación con los animales. Una lectura muy interesante y recomendable, eso sí más por lo que cuenta que por en el cómo lo cuenta. No es literatura de altura pero sí una buena apuesta por mejorar la racionalidad de nuestra relación con los animales, en este sentido chapó!

Safina argumenta que así como nosotros pensamos, sentimos, usamos herramientas y expresamos emociones, otras criaturas con las que compartimos el planeta también lo hacen. El problema es la forma en que los estudiamos. En el libro se parte de la premisa de que debemos estudiar a los animales sin juzgarlos con nuestros parámetros porque tienen sus propias personalidades y, como demuestra Safina con sus diferentes historias incluidas en este libro, tienen comportamientos muy cercanos a los humanos que hacen pensar en la existencia de alguna clase de inteligencia.

Así, cuando buscamos inteligencia en otras especies cometemos el error de buscar el tipo de inteligencia humana. Hay que cambiar ese criterio porque aunque su conducta se acerca mucho a lo que hacemos los seres humanos no debemos atribuir a otros animales experiencias mentales humanas, es decir, huir del antropocentrismo. Además, como advierte, es diferente la observación de los animales en libertad, que son los que él ha estudiado durante años, y estudiar lo que hacen los animales en cautividad. Los animales domesticados presentan variaciones genéticas con respecto a sus ancestros fruto de una selección artificial.

El libro incluye tres grandes apartados: las manadas de elefantes en Kenia luchando contra la sequía y la caza furtiva dedicada al comercio del marfil; los comportamientos grupales e individuales de las manadas de lobos en el parque nacional de Yellowstone; y las orcas que viven en el Pacífico Noroeste. En cada uno de ellos profundiza en las costumbres de los animales y desarrolla numerosos ejemplos e incluye opiniones de expertos sobre las claras evidencias de comportamientos que deberían responder a la existencia de una mínima inteligencia, no sabemos si similar a la nuestra o de otra dimensión. Este es el problema, que probablemente no sepamos interpretarlos.

Además de estos tres apartados, intercala, a veces de forma algo anárquica, experiencias de animales que llegan a comunicarnos sus deseos o que utilizan gestos para llamar la atención de sus congéneres. Ejemplos da muchos, como son los bonobos, delfines, cuervos, perros y hasta los meros. Incluso casos de delfines que pareciesen entender la sintaxis de las órdenes de los cuidadores, lo que hace pensar, es más que probable, que también entre ellos tienen códigos de comunicación. Por eso habla también Safina de cuando empezaron a conocerse los sonidos emitidos para la ecolocalización. Ofrece muchos ejemplos de delfines, ballenas y orcas que, además, emiten sonidos iguales aunque procedan de mares separados por muchos kilómetros.

Otro tema que incluye como argumento para esta reivindicación sobre el trato a los animales es su capacidad para el uso de herramientas. Los animales son más hábiles que nosotros porque son capaces de crearlas mientras que los humanos no, porque casi todos usamos las herramientas que han inventado unos pocos. Ejemplos sobre ello incluye unos cuantos.

Es definitiva, según Safina, cada animal es un individuo. Comprender a los animales ayuda a comprendernos a nosotros mismos pero, lo que es más importante, es que ayuda a comprender a los demás animales y su derecho a vivir, ser protegidos y conservados. No lo estamos haciendo bien y lo peor es que no sabemos si todavía hay tiempo suficiente. Propone pasar de la civilización humana a la humanitaria y mejorar los estudios porque si es cierto que no podemos saber lo que piensan otras especies, porque no podemos hablar con ellos, eso también pasa a menudo entre algunos humanos. Aunque seguramente, como ya dijo antes Wittgenstein, si pudieran hablar no los podríamos entender, merece la pena intentarlo y, sobre todo, respetarlos.

Para terminar, una recomendación de lectura como complemento al libro y es una entrevista con Carl Safina que se realizó con motivo de la publicación en España del libro: Ver entrevista.

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